En los últimos años, el entorno que fomentó la crisis económica ha teñido casi todos los aspectos de la vida cotidiana de cierto tono negativo. Quizás porque el verano incita a darle una vuelta de tuerca a tus ideas, este post he querido dedicarlo a aquellos aspectos positivos que tiene emprender. Ya sea un centro de negocios o cualquier otra idea, ser el gerente de tu propia empresa tiene sus ventajas.
Gestionar tus tiempos: ser emprendedor significa dedicar muchas más horas, es cierto, pero también significa que puedes imponer tus ritmos dentro de esa gran carga de trabajo. Eso sí, todo método de trabajo debe regirse por la constancia, el esfuerzo y la perseverancia si realmente se desean buenos resultados.
Dar rienda suelta a tu creatividad: esto no significa un descontrol total, sino que el hecho de no tener que someterse a las ataduras y clichés de las empresas convencionales te da la posibilidad de desarrollar nuevas ideas y apostar por diferentes métodos y soluciones.
Mayor productividad: quizás sea el aumento de la presión o la necesidad de cumplir tus expectativas, pero curiosamente ha sido probado por diversos estudios que cuando “tú eres tu propio jefe” incrementas la productividad de tu tiempo de trabajo.
Mejora en los ingresos: aunque en un comienzo es lógico que las pérdidas sean la tónica en tus balances de cuentas, a la larga y si el negocio es rentable, tus ingresos se estabilizan y a menudo aumentan.
Por último, pero no por ello menos importante, la retribución sentimental. Casi por encima de todas las ventajas que he nombrado anteriormente, la satisfacción personal que produce el comprobar que no solo estás luchando por tus ideas sino que esas ideas van creciendo y, cada vez más, van tomando la forma de una empresa, es a mi juicio uno de los salarios más satisfactorios que uno puede llegar a recibir.